Y al onceavo día,
después de alguna silenciosa lluvia
ingrata
nocturna e inesperada,
con la tormenta llegó la claridad.
Debo soltar lo que no es
lo que no fue
y no será.
Debo soltar.
Dejar ir.
Abrir ventanas
y saltar.
Y soltar, también, luciérnagas o mariposas. Como quien abandona a su suerte la magia y las ilusiones.
Entonces, fluir con la lluvia.
Inesperada lluvia una noche de Enero.
Y al onceavo día salió el Sol. O no.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Que fluyas mucho y bien.
ResponderEliminarBesos.
Hola. Eso quiero. Besos!
Eliminar